Se trata de una zona estrecha que cuenta con varias colchonetas, una estantería con libros infantiles y decenas de dibujos hechos por los niños que acuden cada día tras salir del colegio, mientras sus madres y abuelas forman parte de la insólita acampada de mujeres que se manifiesta contra la Ley de Ciudadanía en la India.
Por Irene Monmeneu
Nueva Delhi, 7 de febrero (EFE).- Mientras su madre participa en las protestas en Nueva Delhi contra una polémica Ley de Ciudadanía india que discrimina a los musulmanes, Rehan Ansari, de 11 años, la espera dibujando y leyendo en un pequeño rincón habilitado por voluntarios para aislar a los menores del tenso ambiente que los rodea.
“Todos los días vengo aquí. Dibujo sobre el mal que le está pasando a nuestra India”, cuenta a Efe Rehan, sentado en uno de los colchones que un pequeño grupo de estudiantes y profesores de la universidad de mayoría musulmana Jamia Millia Islamia (JMI) ha traído a este espacio en el barrio de Shaheen Bagh, reservado para los más pequeños bajo el lema “India lee, India resiste”.
EL RINCON DE JUEGO
Se trata de una zona estrecha que cuenta con varias colchonetas, una estantería con libros infantiles y decenas de dibujos hechos por los niños que acuden cada día tras salir del colegio y hasta que anochece mientras sus madres y abuelas forman parte de la insólita acampada de mujeres que se manifiesta contra la Ley de Ciudadanía.
La polémica ley, aprobada por el Parlamento indio en diciembre, entró en vigor el pasado 10 de enero y dota con la ciudadanía a los inmigrantes irregulares de Afganistán, Pakistán y Bangladesh que llegaron a la India antes de 2015 y profesan las religiones hindú, cristiana, budista, sij, parsi y jain, excluyendo a los musulmanes.
La ley desató manifestaciones en todo el país, con una veintena de muertos y cientos de detenidos, y de entre todas las protestas, la del barrio Shaheen Bagh se ha convertido en el símbolo de la resistencia, con la sentada de cientos de mujeres que pasan a la intemperie los días y las noches para mostrar su descontento.
Los maridos, por su parte, observan en la lejanía, mientras sus hijos, desde los dos hasta los quince años, esperan en su rincón.
AISLAMIENTO Y CONCIENCIACION POLITICA
“Cuando empezamos esto, nuestra motivación era ocupar a los niños para que las madres pudieran centrarse en sus protestas, y así poder distraerlos de cualquier ambiente violento que pudiera haber a su alrededor”, dice a Efe Vasundara Gautam, estudiante de un doctorado en Inglés y voluntaria con los pequeños.
Aunque solo están a unos pocos metros de la protesta, los voluntarios les cuentan historias, les leen poesía y les ayudan a escribir y a dibujar con el objetivo de “mantenerles alejados de la política”.
“Cantar eslóganes puede ser un peso para ellos y afectar a su salud mental”, dice Osama Zakir, profesor de la JMI y también voluntario, que explica que su objetivo es “frenar ese daño mental que podrían sufrir los niños si se les deja solos en este ambiente”.
“Tenemos unos 1.000 dibujos y más de 500 no tienen nada que ver con política”, se felicita, aunque explica que estar cerca de las protestas “no solo es dañino sino que también les empodera”.
“Debemos dejar que se beneficien de la energía del ambiente pero que lo racionalicen hacia algo con lo que puedan identificarse, algo de lo que puedan aprender”, subraya Zakir.
Algo que parece que surte efecto en Shayiza, que solo tiene 5 años: “Aquí venimos a leer, y a hacer libre a este país; y vamos a hacer de todo hasta que nuestro país sea libre”, exclama.
A su lado, Sara Anam, de 9, escribe sobre un dibujo de una bandera india: “La gente pide oro y plata, nosotros pedimos libertad”, y cuenta que prefiere pasar las tardes en Shaheen Bagh antes que quedarse en casa porque así aprende “eslóganes para cantar” y poder “salvar la nación”.
POSIBLE TRAUMA
Sin embargo, expertos advierten del peligro de tenerlos expuestos a “violencia y protestas”.
Así lo asegura a Efe Sumitava Mukherjee, profesor de Psicología en el Instituto de Tecnología de Delhi, que considera que “en ningún caso” deberían presenciar “tales aberraciones”.
“Organizar actividades como dibujar es una mejor idea, pero seguramente no aisla sus mentes (de las protestas). No es bueno que estén allí”, añade.
Los propios voluntarios reconocen que algunos niños sienten miedo por lo que ven cada día, ya que “en la mayoría de casos, aunque saben que (la Ley de Ciudadanía) no es buena para ellos, no entienden lo que significa ni lo que pasa”.
“Dos o tres veces la policía ha intentado entrar en esta área, así que cada vez que intentan entrar, los mayores empiezan a gritar o las mujeres a correr (…) Los niños aprenden a través de las acciones que hacen los adultos y eso les está generando miedo”, concluye la voluntaria Vasundara.